Con los ojos del alma.

México, cerca de 1940.

Fotografía por Juan Rulfo.

Encuentro injusto el dolor que siento 

Como que me come todo lo que tengo dentro del cuerpo

Me abraza como si de mi hubieran nacido los males del mundo

Como si esa culpa me perteneciera

A veces se duerme en mi pecho, pero a veces en las manos que me sangran

A veces no me duele, pero me pesa el andar 

Como si mis pies se enterraran muy hondo

Que casi me siento en una sepultura

En esta tierra infértil de la que ahora solo brotan espinas y males

Y como me acuerdo de cuando estaba aquí

Hasta de las piedras nacían flores, palabra que yo las veía crecer,

A las flores nacer de las entrañas de las piedras.

Pero esos eran otros años

Unos que tal vez ya no existen o que van a dejar de existir

Cuando yo me muera de verdad

Porque ya nadie los va a recordar 

Solo con el completo olvido algo deja de vivir

Y encuentro injusto ese dolor 

Porque sus ojos eran más brillantes que la luna

Su sonrisa era un bálsamo para esos dolores para los que no hay medicina, ni remedio ni cura en este mundo

Sus brazos se extendían tan anchos como el mismo mar para recibirte: eran mi único hogar

Siempre tenía una palabra de aliento o reproche, pero incluso si este dolía

Cuando de su boca salía era como una bendición

De esas que solo los santos te pueden dar.

Un día se fue

Busque su sombra por debajo de todos los soles 

Busqué su silueta entre todas las personas 

Le busqué alma por alma

Le llame por su nombre y por mil nombres más 

Pensaba que era una broma, un enojo que le había llevado lejos 

Pero su aroma también se había ido

Las flores ya no olían y de a apoco se extinguieron

Yo no lo podía ver entonces, porque desde su partida andaba con ojos sangrantes

Mi visión era corta y el dolor terminaba de cegarme 

Pero ahora, con los ojos que tengo aquí en el alma le he visto

Su silueta.

A veces casi escucho sus pasos y en las noches me despierta la sensación de sus abrazos

Encuentro injusto el dolor que siento, pero no 

En realidad, encuentro injusto que ninguna persona nunca pueda ser consolada por el cielo viviendo en estas tierras. 

Le pido a mi dios que, así como una bendición llegó a mí

A ustedes lleguen muchas más 

Para compensar lo que yo tuve que ustedes nunca podrán tener

Ahora yo sé dónde está mi amor

Y me sigue doliendo

Pero una vez, un hombre de apellido Vizcaíno, amigo mío

Me dijo que solo él sabía lo lejos que estaba el cielo de nosotros

Pero que sabía cómo acortar veredas

Y por esas veredas voy. 

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