Tatarabuelo

Mira, hermano, o tal vez debería decir tataratataratatara (un millón de tataras) nieto, estas jodido.

No escribe estas líneas sino el primer hombre, el primer casi ser humano, tu abuelito el homo erectus, camino derecho, erguido y ya no me ando por las ramas -en sentido literal o figurado-. Desde que fui un monito, peludo y -honestamente- poco agraciado, han pasado tres millones y medio de años, tú, en tu eterno ensimismamiento y egoísmo -yo te he hecho así- pensarás, basado en los productos materiales que he dejado atrás, que en ese tiempo no me he dedicado sino a perder el tiempo, a ser plenamente un animal como cualquier otro: Comer insectos, pelear por la supervivencias, asustarme por los fenómenos naturales, moverme arrastrado por mi puro instinto. La verdad, es que te he equivocas, he pasado tres millones y medio de años planeando lo que será de mi existencia en los próximos miles de millones de años, tú mismo y tu vacía existencia son parte del plan que he elaborado.

El plan tiene varios pasos, pero me es aburrido contártelo así ¿Para que hacerlo? No seamos necios tataranieto. Mejor te cuento las partes interesantes de todo, que se resume a una broma, que, producirá carcajadas que te acompañaran por el resto de tu existencia como especie, porque claro, te hablo como humano en concreto, pero también en abstracto, te hablo como sujeto y como especie, pues, a ti que hoy tanto te gusta aquello de las categorías lógicas y los conjuntos matemáticos. Bueno, bueno, bueno, el punto es, que me destrepé de los árboles, recolecté frutas, después hice lanzas, aprendí a cazar, y la proteína y vitamina de todo lo que comí me hizo más fuerte, inteligente y curioso. Todo porque sabía que con el tiempo inventaría cosas terribles, horribles, la muerte no la inventaría, no tengo tanta imaginación y esa ya estaba aquí cuando llegué al mundo, pero crearía algo más tremendo todavía: La capacidad de decidir si alguien muere o vive. Inventaría el poder, la diferencia entre los sexos, el dominio de los unos sobre los otros. Inventaría la guerra, los odios, las riñas por nimiedades, inventaría el ocio, el ego, la ambición, y estos te acompañarían por el resto de tu existencia. Inventaría la industria, las muertes durante el trabajo, las mutilaciones en las fábricas, el despido injustificado, el darwinismo social, el transporte público abarrotado y el impuesto sobre la renta. Inventaría a Cristo en un puro desplante literario, a Cristo, a Dios Padrecito, a la Virgen y a un montón de dioses que no podré contar con los dedos, ni, aunque me prestaras también los tuyos.

Sería el creador de tu miseria cotidiana. Tan poderoso que en tus mitos terminarías nominándome como Dios o diablo. Pero, para tu sorpresa y para golpear tu ego, no soy sino un monito que se paró a caminar. Estas jodido a causa mía y la peor parte es, que mi motor para hacerlo todo, todo, todo, fue uno solo: Quitarme lo aburrido.

Lo cierto es, que, al final, quiero volver al mono. Todo esta planeado así, al principio, claro que sería divertido, la bomba atómica, los tanques militares, los aviones supersónicos, los coches de carreras y el mundo financiero, pero no lo sería siempre, me cansaría de ser tan estúpido como tú eternamente. Ser estúpido pierde la gracia si lo proyectamos al infinito, la comedia se torna tragedia.

No lo notas. Pero tu insensatez, aislamiento, deseo de lujo, ansía de poseer, te llevan por un único e inevitable camino: El retorno al mono. Y, siendo como eres, el fin del Antropoceno, para ti, será una gran bendición. Tu verdadera evolución y salvación será que puedas intuir “este soy yo”, cuando en los arroyos mire su reflejo aquel chaparrito peludo que se balancea por las copas de verdes arboledas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *