Portada de "El invencible verano de Liliana"

Hermana

Cristina Rivera Garza es una destacada escritora, académica y crítica literaria mexicana. Nació el 5 de octubre de 1964 en Matamoros, Tamaulipas, México. Es conocida por su estilo literario innovador, así como por su capacidad para abordar temas complejos y contemporáneos en su obra. También recibió el premio Xavier Villaurrutia 2021 por su novela El invencible verano de Liliana. 

Rivera Garza, Cristina. El invencible verano de Liliana. México: Literatura Random House, 2021. 302 pp.

Marlie Diaz Carmona

Vamos a contar las cosas que no están

entre todas ellas, cuéntame ahora ya puedes hacerlo. (p. 205)

Cristina Rivera Garza es una destacada escritora, académica y crítica literaria mexicana. Nació el 5 de octubre de 1964 en Matamoros, Tamaulipas, México. Es conocida por su estilo literario innovador, así como por su capacidad para abordar temas complejos y contemporáneos en su obra. También recibió el premio Xavier Villaurrutia 2021 por su novela El invencible verano de Liliana. 

En esta obra, la autora documenta, a través del ensayo y la ficción, el trágico feminicidio de su hermana Liliana, el cual se llevó a cabo por Ángel González Ramos, después de que ella decidiera terminar definitivamente con él. Para ello, la preparación como historiadora de Cristina cobraría un sentido inigualable para dar vida a todo el universo que rodeaba a Liliana. Asimismo, la escritora parte de lo dicho por el dramaturgo y ensayista Albert Camus en su ensayo Retorno a Tipasa: “En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano”, para dar título a su obra y como epígrafe para la misma, ya que más tarde, en la obra,  vemos como la propia Liliana utilizaría también esta frase en una carta para motivar a su amiga que sufría un mal de amores.

Fueron 30 años los que Rivera Garza esperó para escribir esta obra como un luto a su hermana, pero esta espera no fue premeditada, pues todos estos años acaecieron una serie de infinito dolor y remordimientos sobre la autora: “Pocas actividades requieren más energía, tanta atención al mínimo detalle, como odiarse a sí mismo” (p. 25). Transcurrieron varios años en búsqueda del valor suficiente para reunir lo que serían hoy, las pruebas del temor de Liliana y las señales nunca vistas. Para aquella época no existían celulares ni ningún otro medio de comunicación masivo como los hay hoy en día, pero las cartas y testimonios que la misma Cristina Rivera Garza se encargaría de documentar a través de las experiencias con los amigos más cercanos de su hermana fueron un elemento primordial para llevar a cabo este meticuloso archivo, para dar voz a lo que Liliana no pudo expresar, a aquel término que comenzaba a acuñarse por la década de los noventa, y que más tarde sería llamado: feminicidio.

Liliana no sólo fue víctima de un crimen de odio, también lo fue del patriarcado, debido a que,como en la abrumadora línea de feminicidios, existieron una serie de precedentes: manipulaciones, primeros indicios de violencia verbal, amenazas de suicidio por parte de Ángel, la invasión en el espacio universitario, acoso, y excesivos celos. Todas estas serían algunas de las cosas que Liliana adolecería durante varios años: “No supimos qué hacer. Ante lo inimaginable, no supimos qué hacer. Ante lo inconcebible, no supimos qué hacer. Y callamos” (p. 43).

En los meses siguientes de su separación, Ángel Ramos aprovecharía que los padres de Liliana y la misma Cristina se encontraban fuera del país para asesinarla, no sin antes tener un control estricto de los horarios de la joven, que, por las testificaciones, su exnovio llevaba vigilándola durante un largo tiempo. En este punto el crimen deja de parecer un hecho aislado y revela su naturaleza estructural, sistemática.

La narración de la obra comienza con el viaje que Cristina emprende en una larga búsqueda de la carpeta de hechos en las oficinas del gobierno, la cual ha sido olvidada bajo otras muchas carpetas de casos que nunca serían resueltos. En este peregrinar, la autora se cuestiona una interminable lista de cosas como ¿qué pudo haber hecho para evitar aquel suceso? No obstante, muy pronto se abandona esta narración y comienza a introducirse el primer elemento de Cristina, el cual consiste en reconstruir su propio archivo, por lo que comienza con las cartas que Liliana envió a sus amigas, algunos amores, y a su prima: “Liliana pasó horas escribiendo y reescribiendo cartas que a veces mandaba y a veces no” (p. 55).

Para reproducir los escritos de Liliana, la autora también se encarga de reunir más información a través de entrevistas con el pequeño grupo de amigos de la universidad de su hermana, y docu­menta las experiencias que esas personas compartieron con ella, sin dejar de regresarle la voz a ella que tenía el há­bito de escribir todo el tiempo, y para reproducir estos escritos. De este modo, Cristina logra reconstruir los detalles sobre la vida de Liliana que hacen que comprenda, a profundidad, los motivos sociales que atravesó su hermana.

La mayor característica del libro es visibilizar la voz de la víctima, pues como la misma Cristina Rivera Garza ha dicho en muchas ocasiones, siempre la voz la tienen los homicidas, siempre ellos son escuchados en todos los medios de comunicación, las propagandas les pertenecen a ellos. En El invencible verano de Liliana, se busca escucharlas a ellas, sin culpar a la víctima de ser responsable de la violencia y tratar de identificar cómo romper con ese pacto de agresión misógina. Primero, nombrar el delito y dejar de ponerle la etiqueta que emerge desde el idealismo del amor romántico, nombrado para aquel entonces como “crimen pasional”. “Llamar las cosas por su nombre, requiere muy a menudo, de inventar nuevos nombres” (p. 86), de ahí la importancia del término feminicidio.

Rivera Garza toma un enfoque diferente en esta obra, pues nos lleva de lo periodístico, a lo personal, a intimar con su relación no sólo como hermana, sino también como mujer. De este modo, la autora nos encamina a los lugares más sórdidos de la violencia femenina, lo que ninguna es capaz de desentrañar porque es demasiado doloroso.

Todas las cartas que Liliana redactó durante su vida están llenas de diversión, amor y vehemencia incalculable, además de una suerte de nobleza.  Nobleza que sería muy recurrente en las cartas dirigidas a Ángel, quien por el contrario siempre estaba pidiendo explicaciones, siempre dando lamentaciones; por lo que las cartas de Liliana estarían escritas con tristeza. Aunque, por otra parte, estaba la Liliana dicharachera, buena amiga, estudiosa y gentil, que transcribía poemas a sus libretas y siempre llevaba consigo un libro en su mochila.

De esa forma, podemos decir que, como manual de usuaria, este libro puede salvar la vida de muchas mujeres. No sólo ayudando a identificar punto por punto las acciones violentas dirigidas hacia la meta de eliminar, por lo menos, una parte de nosotras, tal y como se ve a través de las entrevistas con los amigos de Liliana, en las que se puede hallar un sesgo de agresiones que habían sucedido con anterioridad, y que nadie creyó que llegarían tan lejos; sino también porque muestra cómo es amar a una mujer por medio de la escucha y la mirada atenta, cómo navegar un mundo interior ajeno sin colonizarlo ni someterlo.

Por último, más allá de las partes que hablan con franqueza del inmenso amor entre las hermanas, el libro es en sí mismo un acto de amor para Liliana. Una expansión de la hermandad compartida entre mujeres, que también se llama “feminismo”. Una obra muy particular, puesto que se narra desde los hechos, por lo que resultaría imposible analizarla sólo desde la ficción: “A veces es necesario un poco de silencio para que las palabras se junten sobre la lengua y, ya reunidas, se atrevan a saltar al mismo tiempo” (p. 13). Así, El invencible verano de Liliana es una herida que no cierra, que lastima, es un grito colectivo de miles de mujeres que lloran por sus hermanas desaparecidas y muertas, para decirnos a una voz: ¡Justicia para Liliana, justicia para todas!

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